Esta singular especie a pesar de formar parte de menús tradicionales de una región de Vietnam, el delta del Mekong, fue descubierta por la ciencia en 2010. Concretamente por Ngo Van Tri un miembro de la Academia Vietnamita de Ciencia y Tecnología en un restaurante de la provincia de Ba Ria-Vung Tau.
Este miembro de la Academia miró el tanque de agua del local de comidas y tuvo la impresión de que todos los ejemplares eran extraordinariamente parecidos y envió unas fotos a L. Lee Grismer, un científico especialista en anfibios y reptiles (herpetólogo) de la Universidad La Sierra de California que lo clasificó dentro del género Leiolepsis.
Este género tiene como característica más fácil de recordar que machos y hembras tienen una coloración diferente. Sin embargo, todas los especímenes de las fotos eran del mismo color y hembras ¿Mucha casualidad no? Todos iguales y todos del género capaz de generar vida.
Grismer, eufórico con su descubrimiento, contactó con el dueño del restaurante para que mantuviera a sus ejemplares vivos mientras el viajaba a Vietnam, pero cuando consiguió llegar, el hombre no había vendido los lagartos. Sin caer en el abatimiento, el científico intentó hallarlos en otros establecimientos y voila! 70 ejemplares hembras encontradas, algunas incluso en libertad.
¡Partenogenéticas!
Grismer considera que esta especie procede de un cruce entre dos especies de lagartos de hábitats distinto, un cruce que lejos de ser incapaz de reproducirse, ni siquiera tiene que aparearse para cumplir con el mandato divino de crecer y multiplicarse, es decir, tienen partos virginales.
La partenogénesis consigue que un óvulo no fecundado se convierta en embrión y aunque nos pareza extraño, no es único de este reptil, otros lagartos, peces y muchos invertebrados son capaces de multiplicarse de este modo.
Desgraciadamente, la partenogénesis tiene un hándicap: la falta de variabilidad genética, lo que, según algunos investigadores, hace a esta especie más propensa a la extinción.