La franqueza es (y debió ser en su momento) uno de los valores más preciados en los negocios y, por ende, también en la economía. Lejos de tildar de franco a un alemán, lo cierto es que el ministro germano de Finanzas, Wolfgang Schäuble, ha sido claro al reconocer que “probablemente 2012 será más difícil que 2011”, en declaraciones a la cabecera ‘Bild’. Motivos, objetivamente, no le faltan: la crisis de deuda soberana de la zona euro y el empeoramiento de contexto económico mundial son razones suficientes para pensar que el fondo (aún por tocar) puede estar a una profundidad de más de cuatro años.
El nuevo año ha entregado a España una herencia crónica de los tres anteriores con un matiz: un nuevo gobierno. Dejando a un lado la franqueza que repentinamente parece haberse apoderado de los políticos a la hora de hacer frente a la realidad, a lo que la crisis sí atiende es a los cambios, tal y como apunta el profesor de Economía y Finanzas de la escuela de negocios del IESE, Xavier Vives Torrents. Cambios en forma de ajustes fiscales, con la reforma del impuesto de Sociedades o la lucha contra la economía sumergida y el fraude fiscal. Cambios y reformas en el sector público, con el saneamiento de las Administraciones y la ordenación de gastos dependientes de ellas. Y, sobre todo, las tan necesarias reformas estructurales, ya sea en Educación, Sanidad o Justicia; y muy sensiblemente en materia laboral.
Una tarea que pasa por seguir apretándose el cinturón y engañar de la única manera que se puede a los mercados: ofreciéndole pequeños progresos a cambio de un poco más de tiempo. Para el ministro alemán, los paquetes de ayuda ofrecidos desde los organismos europeos sirven sencillamente para ganar tiempo para que las economías pongan en orden sus cuentas y apuntalen, de alguna manera, su más inmediato futuro. ¿Hasta qué punto ha estado acertado el ministro de Finanzas germano en su previsión? Seguramente, a algún que a otro líder doce le parecieron pocas y, por si acaso, se dio su particular empacho de uvas en Nochevieja. Tantas como deseos, dicen. O lo que es lo mismo, tantas como problemas.