Una investigación llevada a cabo por científicos del Shanghai Institutes for Biological Sciences (China) con roedores ha descubierto que impulsar la actividad de ciertas células cerebrales puede ayudar a un ratón a subir en la escala social y convertirse en el 'macho alfa'.
Otros factores que se pudieran sacar a relucir, como el tamaño del animal, también pueden influir en su capacidad para ganar una pelea pero, según los autores, la persistencia es clave: "En las pruebas de riesgo, lo importante es cuánto esfuerzo se quiere poner en esa competición", afirma Hailan Hu, coautor del trabajo.
Al igual que los hombres, los ratones macho compiten para establecer un orden de jerarquía social porque cuando cada ratón conoce su lugar, existe menos conflicto social a largo plazo.
De hecho, los individuos de muchas especies del reino animal compiten habitualmente entre sí para establecer este orden jerárquico en la comunidad, en el que también se produce el 'efecto ganador', es decir, el aumento del número de victorias aumentan las posibilidades de lograr otro éxito en el próximo episodio de dominancia social.
El nacimiento de un macho alfa se gesta en un circuito neuronal del cerebro. Los experimentos con roedores mostraron que las células nerviosas en una región llamada corteza prefrontal dorsomedial parecen controlar el hecho de que los ratones machos sean dominantes o sumisos ante otros machos de forma tal que la estimulación de este subconjunto de neuronas aumentaba hasta el 90% las probabilidades de que un ratón se convirtiese en vencedor en un enfrentamiento agresivo con otros roedores sin afectar al nivel de ansiedad o a su rendimiento motor.
Con el objetivo de comprender este mecanismo, los científicos sometieron a los animales a una prueba estándar de dominancia social mediante la cual pusieron los ratones cabeza con cabeza en un tubo de plástico diseñado para ser demasiado estrecho como para que pasaran a la vez.
Los roedores se enfrentaron en el interior del tubo mientras los expertos registraban su comportamiento de empuje, retroceso, resistencia, retirada o calma y sin forma de adelantarse, el ratón de menor rango debía retroceder, empujado fuera del tubo por el ratón más dominante.
Al inhibir las células cerebrales en las que se centraba el experimento, provocaron una reducción de las respuestas defensivas y aumentaron las retiradas. Sin embargo, al estimular estas mismas neuronas mediante optogenética, tuvieron justo el efecto contrario. Si esos ratones ganaban suficientes veces en un día, mantenían su estatus durante dos o tres días.
Otros estudios también han sugerido un papel fundamental de la corteza prefrontal en el control de la dinámica social en varias especies, incluyendo a los seres humanos, pero este nuevo estudio añade nuevos detalles permitiendo a los investigadores rastrear cómo ese 'fuego' neural influye en el comportamiento inmediatamente y sigue persistiendo en el tiempo.
Aunque los resultados en ratones no se traducen directamente a los seres humanos, sí permiten estudiar la neurobiología de los comportamientos de dominancia en niveles de detalle que no son posibles en sujetos humanos.
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