Desde la misma aparición de los filósofos Helenos (S. VI A.C.), surgió el conflicto entre los defensores de la obediencia a los Chamanes-Brujos-Profetas –que además tenían y tienen la enorme ventaja de que lo que ellos defienden es sagrado e inmutable.
Y se impone por la fuerza- y los que defendieron y hoy defendemos que la conducta humana ha de basarse en el aprendizaje y práctica de los conocimientos sobre la naturaleza, lo que llamamos El Conocimiento, La Razón. Es lo que hoy llamamos La Ciencia -que además por sus propias características: es mejorable, mutable, perfeccionable y necesita ser comprendida-. El que mejor lo describió es Karl Popper, el cual con su famosa frase lo ha dejado perfectamente descrito: “La Ciencia no es la verdad, sino la mejor aproximación a la verdad”.
Frase que yo quiero complementar: “Por fortuna, porque eso significa que mejoraremos los conocimientos de los que ya disponemos y sabremos mucho más y mejor sobre el tema del que se trate”.
Tal como sucede en todos los conflictos humanos, mientras los filósofos decían ciertas cosas, a veces graciosas, otras prácticas, en ocasiones útiles, pero siempre sin poder real sobre la sociedad, se les fue dejando crecer y mejorar. En el momento que alguno de ellos discutió el viejo sistema críptico y supersticioso de los viejos dioses, porque sobre aquellos no se podía razonar, surgió el conflicto a muerte. El propio Sócrates fue ejecutado por ello, Aristóteles tuvo que poner tierra de por medio. Desde entonces los que querían razonar tenían que vivir al margen de las autoridades. Si a estas les convenían sus trabajos que daban lugar a conocimientos que les eran útiles (Arquímedes), les usaban y se beneficiaban de sus grandes y novedosos conocimientos, cuando ya no les resultaban manejables los acusaban de Blasfemos, Herejes, Ateos, etc. y los entregaban a las autoridades religiosas o al populacho. Si iniciase una lista sería interminables, piénsese en Galileo, Guillermo de Ockham, Miguel Servet, Descartes, Newton, Tomás de Aquino, Jordano Bruno, Baltasar Gracián, Charles Darwin, Etc. Etc.
Este mismo conflicto fue vivido muy activamente por el judaísmo primero –Masacró a todo profeta que se apuso a sus verdades eternas, incluido el propio Jesús y luego a Saulo de Tarso (S. Pablo)- luego el mundo Musulmán en el Bagdad del S. X, D. C. donde fueron barridos los defensores de La Razón y prevalecieron los ortodoxos defensores del Mito. Y al final, por el Cristianismo. El propio Tomás de Aquino tuvo problemas con la inquisición, también nuestro Baltasar Gracián (Jesuita Él). Los que quisieron razonar tuvieron que dejar la Iglesia Católica y desde el mundo de la cultura popular al margen de la religión fueron apareciendo experimentadores, escritores y pensadores que a riesgo de sus vidas –muchos la perdieron- comenzaron a defender la verdad más allá de los dogmas religiosos. Piénsese en Isaac Newton, los geólogos escoceses (cuando defendieron contra la biblia que el mundo no fue creado cuatro mil años antes, sino más de quince mil) o el propio Charles Darwin. Recuerdo a los lectores que oficialmente la Iglesia católica abandonó la vieja teoría y aceptó la versión Heliocéntrica, es decir que la Tierra giraba alrededor del sol en –asústense- 1.828.
Podemos decir sin equivocarnos lo más mínimo, que todo el desarrollo de los conocimientos humanos sobre nuestro entorno, todo el descubrimiento de las leyes de la naturaleza se tuvo que adquirir al margen y bajo pena de muerte de las llamadas autoridades religiosas. Estas solo han hecho una cosa, defender con la violencia más extrema los viejos dogmas y perseguir con saña a todo aquel que adquiriese un nuevo conocimiento. Piénsese que los conocimientos de anatomía humana de los que disponemos para la medicina, o Miguel Ángel o Leonardo para realizar sus cuadros o esculturas, los adquirieron bajo pena de muerte, a escondidas por la noche en los cementerios.
Todo el desarrollo histórico del avance del conocimiento se ha llevado a cabo en un conflicto manifiesto indiscutible, entre: los defensores de la Oscuridad de los viejos dogmas –prefiero no calificarlos- y los defensores de la Luz es decir, de los conocimientos sobre la naturaleza humana, sobre nosotros mismos y todo nuestro entorno, que son los que nos han hecho humanos y nos han sacado de la Ceguera de la Barbarie.
Ahora vienen estos, a los que al parecer también indirectamente defiende el Papa, que dicen que los mitos son intocables, que los dogmas son indiscutibles, que los conocimientos humanos, La Razón y La Ciencia son una patraña, y que debemos limitarnos a... Obedecerlos a ellos.
¡Van listos!
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