Supongo que estamos todos de acuerdo que el conflicto más amplio y dilatado al que nos enfrentamos en este momento los españoles es el de la posible secesión de Cataluña. Pues bien, vamos a realizar un acto de mediación sobre este conflicto.
Lo primero que debo aclarar es el término conflicto: En el uso normal, por conflicto se entiende el enfrentamiento abierto. Los profesionales distinguimos dos fases bien claras y diferenciadas: En toda situación de la vida hay un conflicto Larvado, y cuando no se mantiene en esa fase, y la traspasa, hay un conflicto Manifiesto, que es aquel que en los medios de comunicación se denomina como tal “Conflicto”, porque ya hay actos de fuerza. La fase larvada es el estado de discrepancia que existe entre varias partes porque siempre defienden intereses enfrentados. Por ejemplo, el conflicto Larvado –así le denominamos- que siempre existe entre un padre y un hijo. Entre el profesor y el alumno, entre el vendedor y el comprador, etc. Hay un conflicto porque ambas partes quieren cosas diferentes y tratan de conseguirlas. Bien a través del razonamiento, la seducción, la simple petición, etc.
Cuando ya pasamos al conflicto manifiesto es cuando hay actos de fuerza o agresión por los cuales una parte trata de cambiar la voluntad de la otra -u otras, depende de las que participen en ese conflicto- y lo hace provocando que acumule dolor y este le lleve a cambiar de actitud. Solo le quedan al agredido dos soluciones: Que pacte, o se rinda.
Una vez aclarado este tema, diremos que en este momento se está traspasando la delicada línea entre un Conflicto Larvado entre los dirigentes políticos catalanes y los dirigentes políticos del estado Español, para pasar claramente al manifiesto. Digo dirigentes en ambos casos, porque los ciudadanos españoles, sean o no catalanes, no tienen entre ellos conflicto alguno. Si alguien se desplaza a Cataluña comprobará que le tratan de mil amores y si un catalán viene al resto del estado, puede que le gastemos bromas, pero le tratamos como se merece, con todo cariño.
Lo primero que debe analizar el mediador es ¿Qué está en juego? A veces es lo primero que ha de descubrir, porque tal como se expresan las partes parece que no está claro que es lo que quiere cada una, o que quiere de la otra. En este caso lo que está en juego es quién decide ciertas materias políticas que afecten a ciudadanos que residen en Cataluña. Está en juego si “Manda” un político catalán, o un político del estado. Para resumir diremos que lo que está en discordia es, “Quién manda en Cataluña”.
Lo que nos dirán las partes, ambas, es que unos quieren que mande el pueblo Español y otros que el pueblo Catalán. Los lectores y yo, si actuamos como mediadores, ya comprobamos que ambos usan lenguajes seductores y un poco falsetes. No es verdad en ningún caso que manden “Los pueblos”, que puede que esta frase sea una entelequia. Los que van a mandar es un grupo de políticos, a veces muy minoritario, que son los que toman las decisiones y luego las edulcoran para presentársela a los ciudadanos. Como todos sabemos desde 1.976 lo único que podemos hacer es votar cada cuatro años y elegir a unos o a otros, pero de las decisiones de verdad no participamos en nada. También nos queda, siempre, el derecho al pataleo.
Ya tenemos muy centrado el fondo del conflicto: lo que quieren hacer ciertas élites políticas catalanas –parece que las económico-empresariales están totalmente en contra porque para sus intereses cuanto más amplio el mercado, mejor- es poder tomar las decisiones sin rendir cuentas al resto del estado. Lo único que harían es presentarse cada cuatro años y pedir el apoyo de los ciudadanos de Cataluña. Lo que quieren las otras élites –las del estado- es poder tomar esas decisiones también sobre Cataluña como parte del estado. Luego las presentarían –para que las voten- a los españoles.
No se asusten, ya ven, ya hemos comenzado la mediación... Seguiremos los próximos días.