Pese a que el acoso escolar no es ninguna novedad para el imaginario colectivo en España, la pandemia derivada por el COVID-19 ha elevado sobremanera el número de casos, lo que no ha hecho sino dificultar aún más su prevención, con un enemigo casi silencioso: el ciberacoso.
Hablamos de acoso escolar, también conocido por su denominación en inglés ‘bullying’, cuando tiene lugar un maltrato, tanto verbal como físico o psicológico, entre menores de edad, y de forma continuada en el tiempo. Es una auténtica lacra que se ha extendido en los últimos dos años, coincidiendo así con el segundo aniversario de la llegada del COVID-19 a nuestras vidas, con todo lo que ello ha supuesto: confinamientos, estrictas medidas de seguridad e higiene al regreso a las aulas, o una digitalización sin precedentes de la enseñanza en España, cuya doble cara no ha sido otra que el ciberacoso o ‘ciberbullying’.
Y es que la normalización del entorno digital en los menores, en muchas ocasiones a muy pronta edad, ha derivado en el uso de la tecnología entre los niños, pero no para fines educativos, sino sociales y, por ende, un lugar opaco a los progenitores y demás adultos donde verter todo tipo de insultos, humillaciones e incluso amenazas entre los propios niños.
Las famosas ‘fake news’ que tanto han servido para desestabilizar en un momento muy delicado para la población en general, también han sido utilizadas por los más pequeños para difundir rumores, vídeos o imágenes trucadas, con las que hacer daño a otros compañeros y compañeras del colegio. Todo esto, como decíamos, en lugares a veces desconocidos para los padres, como pueden ser las redes sociales, juegos en línea o cualquier aplicación con opción de chat.
De hecho, pese a que el ciberacoso representa uno de cada cuatro casos, y no hay que perder de vista el entorno físico, sí es el que más ha crecido en comparación con el resto de los tipos de ‘bullying’. Ya no solo por el hecho de que se haya producido un incremento de hasta el 180% del uso de internet en los menores durante la crisis por el coronavirus, sino por la habitualidad que le acompaña al hecho de que gran parte de los usuarios de aplicaciones de juegos son niños, menores, que en muchas ocasiones interactúan ya no solo con sus amigos y compañeros de clase, sino con mayores de edad, con el riesgo añadido que eso supone al no poder mediar los padres en las conversaciones que se puedan estar llevando a cabo en un hábitat tan hermético.
Es por esto que, al menor indicio de ciberacoso, que más tarde puede llevar a una situación del todo problemática en el colegio o en ambientes que nos puedan parecer seguros, hay que actuar, siempre fomentando en la víctima su autoestima, desde la empatía y el entendimiento. Lo más difícil muchas veces es prevenirlo y detectarlo, ya que la tecnología sin querer nos ha puesto una barrera a la hora de proceder, sin embargo, lo importante es siempre buscar la mediación de expertos y guardar todo tipo de pruebas para denunciar la situación ante la autoridad competente, brindando a los afectados todo tipo de ayuda necesaria para que puedan recomponerse y sobrellevar el daño causado, con el fin de que no les afecte en su vida futura.