Y cómo, cada vez que uno se ha sentido desequilibrado, ha reclamado del otro ese equilibrio aún en las nuevas circunstancias. Uno sin el otro no podemos sobrevivir, por ello es imprescindible que sepamos avanzar juntos, sin vencedores ni vencidos. Sin que uno crea que lleva toda la pesada carga.
Con una breve pincelada histórica comprobamos que en la naturaleza en general, y en la especie humana, como animal que es, exactamente igual, el poder de la decisión del acceso sexual siempre lo tiene la hembra. Es ella la que decide, en función a su celo, cuando desea el encuentro con el macho, y, casi siempre, elige pareja de baile. El macho se limita a estar en permanente disposición para cuando sea llamado. Todo esto fue así en la vida social humana durante el tribalismo nómada. Con el asentamiento agrícola, hacia el 12.000 A.C. las cosas cambiaron por completo.
Todos los estudiosos coinciden en que nunca es un único factor el que influye, o el que cambia las cosas. Siempre suele ser un conjunto -más grande que pequeño- y en distintas proporciones, por eso no sucede igual ni en todos los territorios ni en todas las épocas. En este caso diremos que, con dicho asentamiento permanente, como un hombre -o familia más bien- domina un territorio de caza o agrícola o ganadero, la mujer es comprada o adquirida de distintas formas para ese hombre, y ella, a cambio de protección y comida, ha de someterse a su autoridad incluso en las relaciones sexuales. No hace falta recordar que la Iglesia Católica ha regulado jurídicamente hasta la extenuación tanto el “Débito Conyugal”, como el “Ius in Corpus”. Vigente además en muchas legislaciones de Europa hasta cerca de la llegada de los Beatles.
Con la nueva apertura intelectual y la desaparición de aquellos dogmas nacidos hace 12.000 años, la mujer ha reclamado cierta igualdad y no discriminación, también en esos espinosos temas. El resultado no podría a mi modo de ver ser otro, la mujer debe ser dueña de su cuerpo, como el hombre, y –de nuevo como en el nomadismo y en el resto de animales- tener o no relaciones sexuales con, y cuando ella quiera.
En esta elección americana, así como se ha oído en algunas ocasiones a algún político de la nueva antiglobalización, se ha querido dar a entender que debe revisarse el papel de los géneros. ¿Qué por qué? Porque puede que con las nuevas legislaciones, no del todo ajustadas y con poquísima experiencia histórica -solo llevamos escasamente cien años con esta nueva legislación que promueve la llamada “Igualdad”- es posible que se hayan cometido –como sucede siempre en todos los cambios de legislación- desajustes que provoquen que uno u otro género se sienta muy perjudicado.
Se habla de que en América han votado los hombres adultos a Trump más que las mujeres. O que un tramo de edad, e incluso de razas, en función a su poder social, han preferido votar a opciones que parecen anti-sistema actual. La pregunta es obvia ¿ha podido influir el hecho de que esos hombres de edad y poder social, incluso entre géneros, sienten que han perdido ese poder, o que se han desequilibrado los mismos y por ello quieren cambios, y también en ese proceloso asunto?.
La pregunta la realizo porque con la nueva legislación del matrimonio, así como el tratamiento a otros temas de relación de géneros, se ha tratado de proteger a la mujer –la cual ha mi modo de ver estaba muy perjudicada en varios temas- pero no se ha tenido en cuenta los aspectos en los que era, o puede ser ahora, perjudicado el género masculino. Resumiendo, es cierto que en varias sociedades del llamado occidente los hombres heterosexuales de entre treinta y sesenta años se sienten discriminados. Porque como se le ha concedido cierto poder al género femenino en unos asuntos, no se le han quitado en otros. Por ejemplo, la enorme protección hacia la mujer, con clara desigualdad en perjuicio del hombre, que se produce en un divorcio o separación.
Por ello la pregunta es obligada ¿Muchos de esos varones heterosexuales pueden sentirse discriminados, en el sentido de que al proteger a las otras minorías, en el fondo son ellos los que terminan pagando el pato? ¿Es posible que Trump y otros partidarios de la antiglobalización hayan dado alas a estos varones de que cambiarán los tiempos para traerles cierta “Igualdad de géneros”? ¿Dado que los nuevos tiempos llevan a que ninguna mujer que no quiera no deba compartir su sexo con hombre alguno, conlleva que el varón que tenga un terruño y obtenga pingües beneficios de él no tenga que compartirlos tampoco con mujer alguna? O más claro, ¿Significan esos nuevos tiempos que ningún varón debe alimentar o pagar pensión alguna a ninguna hembra? Al defender el encierro sobre sí mismo de las culturas, los estados, las economías, ¿Significa que también se va a producir ese encierro sobre las personas y cada género caminará por su propio camino y solo se encontrarán esporádicamente cuando la hembra desee un acercamiento sexual?
Cuando decimos que Trump no hace trampas queremos decir que puede que muchos votantes acudan a estos personajes al votar, incluso a Marine le Pen, porque puede que quieran un cambio. Como siempre no se suele saber hacia dónde ni cuanto ni cuándo. Pero no cabe duda que los defensores de estos nuevos proyectos anti-sistema saben que muchos varones quieren… Cambios.