Ya sabemos que esa ideología, u otras creencias, llamadas religiosas, son en realidad el Líder, el macho Alfa (Cristo, Mahoma, Moisés, Marx), que se ha impuesto en ese grupo social organizado, por grande que sea este último. También sabemos que las élites se organizan en torno a ese liderazgo, que imponen esas ideas sin fisura ninguna, porque es el símbolo de su poder, y, sobre todo, de sus privilegios, así como del mantenimiento del control social. Los administrados siguen esa ideología o creencia porque así se les ha educado, les importa a muchos de ellos un pimiento, pero saben que alguna ha de imperar, y se limitan a sobrevivir y punto.
En este caso concreto, la elección de Trump, como del triunfo del Brexit, o la posible elección de Marine Le Pen, se considera antisistema porque quieren –o dicen que van a aplicar- un vuelco en el sistema ideológico imperante. Quieren cambiar, para aplicar otras –aunque ya se guardan muy bien de decir cuales, para que nadie las critique- las ideas imperantes en este momento, que son: Respeto a las minorías, a otras formas de pensar y vivir, Acoger a inmigrantes y refugiados, buscar un acomodo para casi todos a través de educación, sanidad y seguridad pública y gratuita, etc. En fin, lo que viene en llamarse El Estado del Bienestar. Que en el fondo, no es más que una forma de pensar más. Una ideología o religión determinada en la que crees o no crees. La adhesión se produce por bandos.
Lo que acaban de demostrar la mayoría de los administrados –por lo menos de los que se preocuparon de ir a votar- es que ese sistema ideológico no les vale. Ya no creen en él. Puede que unos u otros hayan creído en él en el pasado, pero en este momento no les vale. Le dicen claramente a las élites, y más aún al liderazgo –el del Estado del Bienestar- que ya no le siguen, que ya no creen en sus dogmas. Porque ellos “Sienten” –aunque no sepan cómo razonarlo- que su líder –que debía protegerlos- les ha dejado en la cuneta. Porque ya no les ofrece futuro, seguridad, la comida y bebida que ellos creen merecer, y sobre todo, al no disponer de ese dinero o poder social, sus niveles afectivos se han deteriorado severamente. El hombre siente que ya no tiene una mujer que le quiera –y no se echa la culpa él, se la hecha al sistema actual- lo mismo que la mujer siente que ya no accede a un hombre honrado que la respete, la ayude y no la maltrate.
Lo que quieren la mayoría de intelectuales de ese esquema de pensamiento o creencias, es que todo el mundo les siga, porque –y esto sucede en todos los sistemas ideológicos- ellos creen estar en posesión de la verdad. Quien no esté con ellos está equivocado, Más aún, No Razona. Y entonces acusan al electorado de votar con las “Vísceras”. Porque, claro, razonar es pensar como ellos dicen que se debe pensar. Lo que le piden a los votantes es que acomoden su deseo, sus aspiraciones y por ello, su conducta, es decir, su voto, a la ideología imperante. Es decir, que voten “Sistema”. De lo contrario, lógicamente, son “Antisistema”.
Y como la “Vida es sentida y no razonada”, lo que hacen los votantes es expresar lo que sienten. Ellos no razonan una cosa ni la contraria. Lo que ellos sienten es que según su criterio –que ya sabemos que se forma por múltiples Imputs- no viven bien. No se sienten a gusto, vamos…Que la cosa no va. Y en su búsqueda de otros mundos, de otras formas de organizarse, apuestan porque el cambio que les prometen puede que les proporcione algo de lo que buscan. La mayoría no es tonta, y ya saben que habrá bastante más de lo mismo. Pero puede que algo cambie. Más aún, por lo menos protestan y le dicen al que se creía en el machito actual –Camerón y la UE, Clinton y lo que representa, y a la política tradicional francesa- que le repudian. Que ya no les siguen más. Como diría Perales…Que ya están hartos…
Ese vuelco ideológico es en realidad una revolución. En la que, como en todos ellas, lo que buscan los revolucionarios es, cambios. Muchas veces no saben para qué o hacia dónde, pero quieren cambios. Saben que por el camino habrá serios problemas, y no visualizan el final de forma medianamente clara, pero practican la vieja virtud cardinal de la Esperanza y sueñan con que lo que vendrá ha de ser necesariamente…Mejor.
Ahora Trump, y en los demás casos sus defensores políticos, han apostado, o han sabido ver el cambio, y han decidido liderar o abanderar esas revoluciones, y la mayoría les ha seguido. Han sabido capitalizar el descontento, el ansia de futuro, el cabreo, el resquemor, la búsqueda de nuevos mundos, de novedosas identidades. O creen recuperar sus afectos en las identidades perdidas –La Gran Bretaña, el Imperio, La Grandeur, o el viejo “América para los americanos”- y por ello apuestan por esa vía.
El sentimiento es el sentimiento. Y en este caso…Ya lo dejó bien claro el poeta en 1.272, “Y como a nuestro parecer/ cualquier tiempo pasado fue mejor”…